domingo, 2 de noviembre de 2014

Tal vez deba volver a empezar...




La vida, el mundo, el universo se ven diferentes desde adentro. Las luces desiguales en su arreglo y en su intensidad, las calles dispersas, los sonidos discordantes y la música en la radio obstruyen mis sentidos. Aquello que oigo y veo, afectan irremediablemente lo que pienso y siento.



Aunque en realidad no se puede llamar pensar o sentir a lo que en este momento pasa por mi mente y en mi alma. ¿Qué es pensar? ¿Qué es sentir? Pienso que no son cosas separadas. Siento que no son acciones que puedan ser excluyentes una de la otra.



Cierro los ojos e intento pensar. ¿Qué hay que cerrar para intentar sentir? La interpretación de “Canzone Arrabbiata” se abre paso dispersando megahertz y decibelios, golpeando el aire, buscando tímpanos que sacudir, neuronas que excitar, pero… ¿Cómo es que llega al alma? Cada estrofa, cada nota de la canción, cada luz y cada automóvil en el apretado tráfico modifica lo que estoy pensando y lo que estoy sintiendo. Al final de cada cadena de pensamientos se coloca la idea de que tal vez deba empezar de nuevo. Solo tal vez.

Estacionado, obstruyendo la salida de alguna casa u oficina, frente al volante, cierro los ojos e intento respirar profundamente. Inhalando, conteniendo por instantes todo el aire que puedo dentro de mis pulmones. Exhalo lentamente. El aire sale. Tengo plena conciencia de que abandona mi cuerpo. No quiero que ese mismo aire regrese y no estoy seguro de querer que otro aire, más fresco, entre en mi cuerpo. Pospongo por un instante infinito la decisión de volver a inhalar. Tal vez, y digo tal vez, porque no he terminado de decidirme, deba empezar de nuevo.

El acto reflejo de respirar, de inhalar y exhalar repetidamente aire vital, sin descanso ni pausa, toda la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, se confronta con mi propósito de posponerlo. Forcejea sorprendido. Hay decisiones vitales que, en forma natural, no han sido dejadas al ser humano. Se toman en automático, sin consultar al consciente. Volver a inhalar. Volver a empezar.

Atrás, muy lejos en el tiempo quedaron la enjundiosa “Canzone Arrabbiata”, el tráfico, las luces y las calles. Amplificado, elongado, inmenso, continúa el instante durante el cual sigo postergando la decisión de volver a inhalar. ¿Cuántos pensamientos caben en ese instante? ¿Cuántos sentimientos pueden embutirse, anudarse, absorberse en esos mismos pensamientos? Me abruma la idea de que, si la vida me hubiera dejado la decisión de respirar, tendría que haberla tomado más de 600 millones de veces, hasta ahora. Volver a empezar 600 millones de veces.

La exhalación prolongada, la contención forzada, el postergado momento en el cual decido volver a inhalar, abre el espacio para el primer pensamiento. Decido pensar en algo importante. La canción que más me gusta, el amor de mi vida, el amigo que más atesoro, la más fiel de mis mascotas, la mirada de mi madre, ese atardecer sobre el mar, la luna de aquella noche en el horizonte, la risa de mis hijos, los honrados espíritus del país llano. La tiranía de la múltiple disyuntiva exige, reclama, arrebata, se posesiona de la amplitud del momento.

Las posibilidades se multiplican. La forma verbal del pretérito del subjuntivo, que expresa hechos no ocurridos, adquiere cuerpo y existe en la mente ocupando el espacio de los deseos no cumplidos. Hacia allá volaron mis pensamientos. El libro que no escribí, el árbol que no planté, el viaje que nunca hice, el amor que no expresé, las lágrimas que no derramé, el punto cardinal al que no me dirigí, la ciudad que no visité, la alegría que perdí, el barco que sin mí zarpó, el ancla que jamás levanté....

La placidez y la añoranza, se aprietan en ese poderoso instante para dejar espacio a la sordidez y a la desesperanza. La amistad que traicioné, la ambición que me quebró, el tiempo que perdí, la lujuria que me cubrió, el hermano que defraudé, el odio que alimenté, el perdón que no otorgué, la culpa que sentí, el olvido que no llegó....

Regreso ahora a ese instante. ¿Cual pensamiento, cual sentimiento debe embargarme primero? No lo decido aún. No he decidido volver a inhalar.

Tal vez deba empezar de nuevo, con cada respiración. Volver a empezar de nuevo en forma refleja, sin descanso, sin pausa, contando todas y cada una de las millones de veces que me quedarán por respirar. Millones de oportunidades para curar la desesperanza y para dar espacio a la placidez y la añoranza.

José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco.

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