miércoles, 11 de diciembre de 2013

Ensayo sobre el Diablo


"La más hermosa habilidad del Diablo es habernos persuadido de que él no existe"
Charles Baudelaire
    
    Parece ser que en un principio, el entendimiento y la fe en los hombres se basaron en un modelo simple. Casi como un modelo binario: existe o no existe, el uno o el cero, el bien o la ausencia del bien (el mal), la luz o la ausencia de ella (la oscuridad). En esta dicotomía engendramos las nociones del bien y del mal. La noción del Dios bueno, justo, misericordioso, amoroso, omnipotente, omnipresente, y en consecuencia, o como parte del mismo proceso, la noción del Diablo malo, perverso, cruel, odioso y aunque poderoso, no omnipotente pero sí omnipresente, o así pareciera ser.

    Hace ya casi cuarenta años que el Dr. Francisco Romo me recomendó leer "El Diablo" de Giovanni Papini y lamento no haberlo leído sino hasta en fechas recientes y coincidió su lectura con otras, en donde directa o indirectamente se hace referencia a este tenebroso personaje. El Diablo es temido, es odiado, es ignorado, es compadecido y es, en no pocas ocasiones, objeto de burla. En la cosmología judeo-cristiana el Diablo es Luzbel, el Ángel Caído, aquel que creó Dios como la "suma de todas las cualidades", lleno de luz y el preferido por Él entre los demás ángeles. Es también Lucifer, el portador de luz.

    Papini discurre entre varias teorías extraídas de la Biblia, de Santo Tomás de Aquino, de San Gregorio Magno entre otros muchos, sobre las razones de la caída de Luzbel. El más grande pecado de Luzbel fue la soberbia al pretender igualarse a Dios, se dice en algunos escritos. En otros se dice que ha sido la envidia la que ocasionó la rebeldía de Luzbel, al encontrarse con que Dios había creado al hombre a su "imagen y semejanza" y al haberle otorgado libre albedrío, cualidades y capacidades que no habrían sido otorgadas, ni a Luzbel ni a los demás ángeles. Estas líneas de pensamiento son fundamentalmente "diablocéntricas", si me permiten el término, porque giran acerca de la génesis del Diablo. En esa misma línea se encuentra otra que por lo extraña suena interesante. Papini juega con esta idea: Dios es amor y es infinito y por eso ama infinitamente. Pero no hay amor sin dolor y así Dios también se duele y se duele infinitamente al haber castigado a Luzbel al peor de los castigos. ¿Y cual es el peor de los castigos? Condenarlo a ser incapaz de amar. Por eso Luzbel no puede amar a nadie, ni amar a Dios. Y a Dios le duele infinitamente el no ser amado por su otrora Ángel preferido. Y por eso Dios crea al hombre con las características necesarias para y con el objetivo exclusivo de redimir al Diablo y regresarlo a Dios. Sin embargo el hombre sucumbe a la seducción del Diablo y el plan maestro de Dios se pierde. Hay otra secuencia acerca de la caída de Luzbel y tiene que ver con que Dios había gestado con mucha anterioridad los eventos por ocurrir. Tenía previsto la debilidad del hombre y su contagio con el pecado original y decidió enviar a Jesucristo a redimirlo cuando el momento llegase. Luzbel deseaba ardientemente ser él quien redimiera al hombre y al no conseguirlo se rebeló contra Dios, causando su caída.

    En el Libro de Job aparece atormentándolo con el nombre de ah-Satán, en el Génesis es la Serpiente enredada en el Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, en el Evangelio de San Mateo es el Diablo y en el Apocalipsis es la Bestia. Belial, Satanás, Leviatán (la serpiente enrollada) y otros sinónimos del Diablo, aparecen aquí y allá diseminados en la Biblia y en la Torah. Belcebú es otro nombre, muy probablemente derivado del dios cananita Baal Zebûl (Señor Príncipe) o de Baal Zabub (Señor de las Moscas).

    Cualquiera que haya sido la génesis del Diablo, este ha sido el culpado protagonista de incontables batallas, engaños, crueldades, dramas, comedias y tragedias, en casi todos los ámbitos de la vida humana. Religiosidad aparte, la literatura, la pintura, la música, la danza y en épocas recientes el cine y otras expresiones visuales han retratado al multifacético Diablo. Entre otras expresiones encontramos la de Dante Alighieri, en la "Divina Comedia" describiendo ampliamente al Infierno y a sus habitantes. Al Diablo y a sus servidores. La barca de Caronte y al Can Cerbero guardián de las puertas del Infierno "…monstruo cruel, fiero y extraño, quien a través de sus tres gargantas ladra como perro… … sus ojos de carmesí brillante, negra su untuosa barba, su gran vientre y garras en las patas con las que destroza los espíritus…".

    Merece una consideración especial el lamento del Diablo doliéndose del desprecio universal, melancólico, triste y decepcionado en el "Paraíso Perdido" de John Milton. Otras expresiones más sofisticadas las encontraremos en el Mefistófeles de Goethe, con quien el Dr. Fausto negocia su alma por la oportunidad de vivir su romance con su amada Beatriz. O en la novela de Arturo Pérez-Reverte "El Club Dumas" donde, después de leerla tres o cuatro veces, el lector cae finalmente en la cuenta de que uno de los personajes más enigmáticos no puede ser otro más que el demonio, vigilando que sus escritos no puedan ser descifrados. Otra historia sobre el Diablo, más fascinante aún, la encontramos en "El Diablo Enamorado" de Jaques Cazzotte, escrita en el Siglo XVIII. Aquí el Diablo se le aparece a Don Álvaro Maravillas, caballero español oriundo de Extremadura, al servicio de un capitán acantonado en Nápoles. Se le aparece consecutivamente como un desproporcionado camello de largas orejas, como un elegante y blanco perro spaniel, una virtuosa cantante, un solícito paje y finalmente como Biondetta, una mujer enamorada. Y es que por su forma de convocarlo, el Diablo se enamoró de Don Álvaro y así la trama se desenvuelve.

     En Malmoth el Errabundo, de Charles Maturin, el protagonista pacta con el Diablo la juventud y la longevidad, aterrorizando durante generaciones a sus contemporáneos y viviendo un amor sui generis con su amada Imalee. Y aunque la mercancía preferida del Diablo son las almas de sus marchantes, a veces no ha sido eso, como lo podrá constatar el lector en la obra en verso de Don Teófilo Pedroza, el Anima de Sayula, y en donde Apolonio Aguilar, trapero de oficio, arriesga no precisamente su alma.

Satán desciende sobre la Tierra, Grabado de Gustave Doré en "Paraíso Perdido"
    Muchas también han sido las formas e imágenes con las que se ha representado al señor de las Tinieblas y probablemente el más expresivo haya sido Gustave Doré, un esplendido grabador de principios del Siglo XIX y quien se ocupó de ilustrar la Biblia de San Jerónimo, El Cuervo de Edgar Alan Poe, La Divina Comedia de Dante y Paraíso Perdido de John Milton entre otras muchas y abundantes obras. De los grabados de Doré sobre el Diablo destacan los del Ángel Caído y el Diablo Melancólico dentro de las ilustraciones del Paraíso Perdido.

    No puedo saber, estimado(a) lector(a), si usted le teme o lo ignora, pero si puedo asegurarle que el Diablo existe. O por lo menos existe como protagonista, actor secundario o personaje incidental en tantas y tantas buenas obras literarias que abundan en el mundo de los libros.

José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco.
 

 

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