viernes, 27 de diciembre de 2013

Fe y Razón, Ciencia y Religión


"La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia ciega"
Albert Einstein, "Mis Creencias" 1939 y 1941


   Hoy en día, no parece haber mucho problema para conciliar algunas creencias religiosas con los avances científicos. El otrora asfixiante cincho de la religión ha aflojado mucho y solo en casos excepcionales y aislados nadie podrá sentirse amenazado con la hoguera o con ser lapidado por inclinarse a aceptar algunas ideas no previstas en los libros sagrados ya sea la Biblia, el Corán, el Talmud u otras varias. Por supuesto que hablo de la normalidad. Ciertamente habrá las excepciones, aquí y allá, que confirmarán la regla.

El Big Bang
   En el mismo sentido aunque en diferente avenida, el mundo científico parece ser menos escéptico con algunos temas religiosos, cuando existen tantas fronteras todavía inescrutables para la ciencia. En su libro "Mis Creencias" el sabio científico Albert Einstein dice: "La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia ciega". Stephen Hawking, reiteradamente ha declarado que el no ha dicho que Dios no existe. La prensa científica se ha referido con cierta frecuencia al recién encontrado Boson de Higgs, como la "Partícula de Dios".


   En la Biblia se describe como Dios creó el Mundo, a Adán y a Eva, nuestros primeros padres y los primeros humanos. Seis días le tomó a Dios hacerlo y en el séptimo día descansó. A Adán lo hizo de barro y le infundió vida con un soplo divino. A Eva la hizo a partir de una costilla de Adán porque "…no es bueno para el hombre que esté solo…" Durante siglos, para muchos, esta fue una verdad incontrovertible. El aumento en la capacidad de observación del género humano y la consecuente síntesis y análisis de estas observaciones, le ha permitido a notables científicos elaborar sofisticadas teorías, hipótesis y leyes que explican los orígenes del universo y del "homo sapiens". La teoría del "Big Bang" establece que hace aproximadamente 13,700 millones de años, se produjo la "singularidad" en la que una partícula de densidad infinita (de hecho una paradoja físico-matemática) "explotó" para crear el "espacio-tiempo" del que se formó el universo. Einstein, Gamow, Friedman, Lemaître, Robertson, Walker y Hubble son los principales conformadores de esta teoría. Charles Darwin provee, con su Teoría de la Evolución, una explicación menos simple de los orígenes del ser humano, asombrosa pero sensiblemente menos fantástica que cualquiera de las que podamos encontrar en las diferentes mitologías y religiones.

   Sin embargo sigue siendo un profundo misterio para la ciencia, que o quien produjo la "singularidad" del llamado "Big Bang" y cómo fue que el hombre adquirió conciencia de sí mismo y se convirtió en un ente físico y espiritual, dando un amplio espacio a la religión en este sentido.

   En los albores del conocimiento, en la llamada baja edad media, hubo pensadores que arriesgaron su prestigio, su fortuna y en ocasiones su pellejo por pensar diferente sobre temas religiosos. Muchos de ellos cuestionaron y retaron las creencias de su religión pero muy pocos intentaron conciliar ambos mundos. Antes que los cristianos quienes empezaron a cuestionar las sagradas escrituras de su religión fueron los judíos. Los judíos, ilustrados o no, han entrado en conflicto con su religión en muchas y variadas formas, y en diferentes épocas de su existencia. En esa época, los judíos ilustrados, versados en filosofía y en ciencias se encontraron a sí mismos confundidos y perplejos ante los conceptos de revelación y misticismo contenidos en los textos sagrados. Moses ben Maimon ha-Sefaradí, conocido como Maimónides, es el padre del racionalismo judío y al escribir su obra Moreh Nebukhim, "La Guía de los Perplejos" muestra la exuberante simbiosis existente entre la filosofía clásica y las antiguas tradiciones judías, enfrentando las inconsistencias aparentes entre las dos tradiciones. En esta obra Maimónides explora la sofisticada aunque confusa noción de que el material bíblico podría ser alegórico en sus textos y que el Aristotelismo podría probar la existencia de Dios. Desde su perspectiva, la revelación divina había sido de tal manera dispuesta que satisficiera, al mismo tiempo, tanto las necesidades de las masas como de las de las élites, permitiendo a los unos vivir apropiadamente y a los otros poseer la llave de los secretos del universo. En otras palabras, Maimónides sentía que el judaísmo y sus tradiciones podrían ser presentados como un sistema racional incluso si, superficialmente algunas de sus formas, pudieran entrar en conflicto con la razón. Aún así, Maimónides estaba convencido de que la perplejidad de los creyentes de élite no podía ser resuelta por la sola razón. Pensaba, en primer término, que los conflictos entre la fe y la razón, eran más bien de forma que de fondo, más aparentes que reales. En segundo término, pensaba que lo que finalmente importaba era el conocimiento de Dios por el hombre, lo cual podría ser exquisitamente conseguido observando los Mitzvot – los 613 preceptos consignados en la Mishnah Torah – y por el entendimiento de las cosas creadas.

Estatua de Maimónides en Córdoba, España
   En la España de finales del Siglo XII, que fue la época cuando Maimónides vivió, la ascensión de los fundamentalistas Almorávides al poder, obligó a los judíos de su territorio a convertirse al Islam, a emigrar o a vivir en la clandestinidad. Muchos de los líderes judíos conminaban a sus correligionarios a someterse al martirio antes que convertirse. Maimónides sin embargo, en su Epístola del Martirio, sugirió abiertamente que los perseguidos deberían públicamente adherirse al Islam y mantener su judaísmo, evitando el martirio mientras no fueran obligados a transgredir públicamente la ley judaica. Su posición ante el martirio y la conversión simulada tiene un gran sentido lógico y humano ya que distingue entre los preceptos que deben siempre obedecerse – no matarás por ejemplo – y los que pueden violarse si es necesario. Aconsejaba la conversión temporal y la posterior salida de las tierras de persecución. En sus escritos, muchos judíos conversos de entonces y en diferentes épocas, han podido conciliar sus creencias con sus actos.

   La obra de Maimónides permeó a través de los años, causando febriles debates entre los judíos (Debates Maimodeanos entre la Fe y la Razón). El titánico esfuerzo de Alfonso X "El Sabio" quien a la cabeza de un grupo de ilustrados tradujo las obras de Maimónides, Gabirol, Averroes y Avicena del árabe y el castellano al latín, permitió que su influencia permeara a los grandes pensadores cristianos de la época como Alberto Magno y Tomás de Aquino.

   La obra de Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, y su influencia en el cristianismo, podría equipararse de algún modo a lo hecho por Maimónides en el judaísmo. Respecto a la fe y la razón Santo Tomás declara:

"Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado por Dios. Luego como solamente lo falso es contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas definiciones, no hay posibilidad de que los principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe"

   Santo Tomas, fue el primero en declarar que la obra de Aristóteles era compatible con la fe católica y por otro lado ofrece una exposición completa, sistemática y breve a través de las así llamadas "Cinco Vías" como demostración de la existencia de Dios, que aunque no es innovadora, eclipsa a las de Platón, Aristóteles y Agustín de Hipona, convirtiéndose en un modelo de filosofía clásica en este punto. Hoy en día la Iglesia Católica Romana ha aceptado el Big Bang como una descripción del origen del Universo, sugiriendo que la teoría del Big Bang es compatible con las vías de santo Tomas de Aquino en especial con la primera de ellas sobre el movimiento, así como con la quinta.

   La ciencia ha creado escépticos al extremo de convertirlos en ateos y la religión llevada también al extremo ha cobijado fanáticos. Ambos extremos afirman que la ciencia y la religión circulan por diferentes avenidas y se excluyen mutuamente. Lo cual no deja de ser perturbador. Por ello son muy apreciados los esfuerzos de aquellos que se han dado a la tarea de crear los lazos de entendimiento entre fe y razón, entre ciencia y religión, que alivian una eventual confusión y perplejidad.

   Por todo lo anterior, estimado lector(a) me caen muy bien Maimónides, Santo Tomás de Aquino y Einstein.

   También es un hecho que la ignorancia, o tal vez el desinterés son razones que previenen la perplejidad y la confusión. Desafortunadamente las grandes masas, es decir la inmensa mayoría de la población, no ha tenido la oportunidad de profundizar mucho en los temas concernientes a la Religión ni a la Ciencia. Muchos no tienen acceso a la educación o a la información necesaria para formar una masa crítica de conocimientos que les permita acceder al análisis y al razonamiento de aspectos fundamentales en ciencia y religión. Muchos otros que, aunque hemos sido educados y tenemos acceso a la información, nuestros intereses se vuelcan en la cotidianidad y dejamos poco espacio cerebral a pensar en estos temas. En todos estos casos nos conformamos con la poca ciencia y con la poca religión que nos permitimos.

   Yo le invito a reflexionar junto conmigo, un poco en estos temas. Le aseguro que por más inteligente e informado sea usted, encontrará saludables lagunas de confusión y perplejidad.

José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco, México










No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores