sábado, 4 de enero de 2014

La Técnica y el Arte



 "Yo quiero pintar lo que siento y sentir lo que pinto"
Vincent Van Gogh


"Noche Estrellada" Vincent Van Gogh - 1889
Mi tatarabuelo Timoteo Salas fue ebanista. Se cuenta en la familia que elaboraba finos muebles de muy buen gusto y buena manufactura. Muy útiles y prácticos y por lo mismo de gran valor, independientemente de su precio o de su costo. Mi bisabuelo José Salas, al iniciar el Siglo XX, fue constructor de berlinas, una suerte de carruaje de cuatro ruedas con muelles. Fue el carrocero de elección de los hacendados en decadencia de esa época y de esa región. La irrupción de automóviles y camiones lo dejó sin trabajo. Dominaba, además del trabajo de la madera, las técnicas que tenían que ver con la manufactura de los ingenios mecánicos que permitían el movimiento y con otras más, relacionadas con la transformación de metales en piezas para el funcionamiento de tales carruajes. Sus obras eran más bien trabajos y tenían un valor fundamentalmente utilitario. Mi tío abuelo Salvador Salas fue carpintero profesional y este oficio fue su medio de subsistencia durante toda su vida. La manufactura de muebles por encargo, su especialidad. Piezas de gran utilidad pero de gusto y manufactura acorde solo al ordenante de dicha pieza. Generalmente su valor era menor a su precio y a su costo. Mi hermano Víctor Manuel fue carpintero aficionado y por algún tiempo fue solo uno más de sus pasatiempos.

Sin menospreciar el trabajo de nadie de estos en mi árbol familiar, no obstante que los últimos se beneficiaron de los avances tecnológicos, los primeros resultaron mayormente reconocidos por sus obras en este particular oficio: el trabajo con la madera.

La técnica es el conjunto de procedimientos y recursos, así como la pericia o habilidad para usarlos. De la técnica se sirven las ciencias y las artes. El valor de una obra o trabajo tendrá que ver necesariamente con la calidad y la cantidad de las técnicas involucradas. La habilidad, la pericia, los conocimientos, los recursos (incluyendo las herramientas) y el esfuerzo involucrados nos darían un trabajo de mayor o menor calidad. De mayor o menor valor. El precio y el costo, en una economía de mercado, serían fijados por factores externos. Y lo seguiríamos haciendo si, y solo si, lo primero excede a lo segundo.

¿Cuándo entonces, un resultado se transforma en una obra de arte?

¿Cuándo, cómo y por qué los lienzos pintados por Van Gogh pasaron de ser emplastados brochazos, sin valor aparente, a las apreciadas obras de arte de hoy en día? ¿Cuando algo excepcionalmente bien hecho se transmuta en una pieza de gran valor?

En estos tiempos, nos inunda y nos arrastra la llamada tecnología en su acepción de artilugios electrónicos que nos resuelven de forma efectiva aunque poco eficiente, nuestras necesidades reales o ficticias de comunicación, de información, de cálculo, de análisis y de entretenimiento entre otras más. Walter Isaacson, el biógrafo autorizado de Steve Jobs, nos describe en su libro como fue que el co-fundador de Apple sentía que su mayor contribución había sido bordar en los límites entre la tecnología y las artes. La genialidad de Jobs radicó fundamentalmente en haber tirado de todos los hilos a su alcance para generar dispositivos, código, sistemas operativos, contenidos, conveniencia y simplicidad para garantizar una experiencia del usuario excepcional. Apple y Jobs no inventaron ni el teléfono celular, ni las tabletas electrónicas, ni las computadoras, ni los reproductores de música portátiles pero a partir de ellos crearon un concepto que a fuerza de ser excepcional, ha sido adoptado por el mundo entero. Muchas de las cosas que han hecho en Apple, bajo la dirección de Jobs, pueden muy bien ser consideradas como obras de arte. Desde sus oficinas corporativas en Palo Alto, pasando por el diseño de su sistema operativo iOS, el diseño de sus dispositivos, sus contenidos y hasta algunas de sus tiendas de venta directa.

Tal vez la diferencia entre una obra común y una obra de arte estriba en la dedicación y la pasión involucrada en el proceso creativo. En el caso de Van Gogh y de Jobs, fue de una obsesiva pasión, por el color en el primero y por la perfección estética en el segundo.

Las obras y resultados simplemente utilitarios, aunque necesarios, hacen que los individuos obtengan satisfacción en la mayor parte de las necesidades del ser humano (fisiológicas, de seguridad, amor y pertenencia, autoestima y reconocimiento). Aunque desgastado, antiguo y reinterpretado el modelo de Maslow sigue vigente con su famosa pirámide. En la parte más alta se aloja la necesidad de trascender y la creación o logro de trabajos excepcionales como si obras de arte fueran, tienden a satisfacer esta necesidad innata en los seres humanos.

Algunos autores, entre ellos Paulo Coelho en su libro "El Peregrino", han descrito tres clases de amor por las cosas, las obras o las personas. El ágape, el amor como una pasión que consume, que mueve y que arrastra a lograr u obtener algo. El ágape como un amor especial en contraste con el amor erótico (sexual) o el amor filial (familia, amigos, trabajo). Y viene al caso porque para hacer de una obra normal, común aunque útil, una obra de arte se necesita ser apasionado por lo que se hace. Se necesita sentir ese ágape. Una pasión que consume por lograrlo, sin importar el costo o la recompensa. Y lo hace sin importar lo alto de lo primero o la inexistencia de lo segundo.

Autorretrato, Verano 1887
Vincent Van Gogh
¿Cómo fue que Vincent Van Gogh – se preguntaba su hermano Theo – se transformó de ser el hermano mayor incansablemente lleno de pasión, de bulliciosas bromas, simpatía infinita e infatigable capacidad de asombro, en un alma atormentada? El mismo Theo, nos dicen Steven Naifeh y Gregory White Smith en su libro "Van Gogh, The Life", pensó que sabía la respuesta: Vincent había sido víctima de su propio corazón fanático. C'est un fou, decían unos. Otros más describieron sus distorsionadas formas y sus impactantes colores como el producto de una mente enferma. El mismo Theo trató sin éxito de aplacar los excesos de la brocha de su hermano. "Si tan solo usara menos pintura en sus lienzos y no la aplicara en ellos tan gruesa". "Si pintara más despacio y no despachara tantas obras tan rápido". Los coleccionistas querían trabajos cuidadosamente terminados y no interminables, furiosos y convulsivos estudios a los que Vincent llamaba "pinturas llenas de pintura". Solo unos meses antes de la muerte de Vincent, por primera vez un crítico se atrevió a elogiar su obra. Van Gogh, en su etapa más creativa, vivió hacia dentro de sí mismo. Cada ola de serenidad y felicidad, así como cada trozo de dolor y desesperanza, se reflejó en sus pinturas y cada pintura en su autorretrato. "Yo quiero pintar lo que siento y sentir lo que pinto" dijo alguna vez. Extrayendo lo anterior del libro de Naifeh y White, no puedo sino imaginar que Van Gogh fue devorado por el ágape creativo al punto de expulsarlo del mundo real.

La técnica permite dormir tranquilamente, el arte desvela.

Como desveló al personaje de la novela de Arturo Pérez-Reverte, "El Maestro de Esgrima", Don Jaime Astarloa, quien noche tras noche intentó encontrar la estocada perfecta. Don Jaime quien obcecadamente se negó a defenestrar a la esgrima a la condición de un simple deporte y la mantuvo en el altar – o tal vez en la panoplia – de las artes.

A veces el precio resulta alto y la recompensa poca para aquellos atrapados en las garras del ágape. Van Gogh murió sin reconocimiento y sin haber vendido más que unas cuantas de sus obras.

El talento es también un factor. Cuantos habrá en el mundo con el ágape por algo, sin el talento necesario para llevar a cabo su pasión. Y cuantos habrá en el mundo con los talentos necesarios sin la pasión por realizarlos.

Mi reflexión interna, querido lector(a) es que aunque me hubiera gustado tener el talento de Van Gogh, no querría haber vivido su vida. Aunque me hubiera gustado haber tenido la fama y la fortuna de Steve Jobs, no me hubiera gustado ser como fue él. Amo lo que tengo y tengo lo que amo, parafraseando el retruécano de Van Gogh.



José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco, México


Lecturas:
Van Gogh, The Life: Steven Naifeh and Gregory White Smith, 2011, ISBN: 978-1-58836-047-2
Steve Jobs: Walter Isaccson, 2011, ISBN: 978-1-4516-4855-3 (ebook)
El Peregrino: Paulo Coehlo, 1988, ISBN: 970-05-1337-8
El Maestro de Esgrima: Arturo Pérez-Reverte, 1988, ISBN: 978-84-204-7248-5




 


 


 


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