O cómo explicar la fascinación por una obra literaria
Martín Solares, Ediciones ERA, 2014
Las primeras preguntas planteadas: ¿Es ésta una lectura, un
ejercicio, dirigido a escritores o a lectores? ¿Para cualquier escritor? ¿Para
cualquier tipo de lector?
Como toda buena obra, literariamente hablando, a cada lector
sea escritor o no, su lectura le dejará sensaciones, sentimientos y emociones.
Ésas y ésos que siempre se entretejen en un buen texto. Esta obra es mejor
comprendida y valorada si, además, se conoce al autor. No es, precisamente, que
lo conozca. No puedo presumir de considerarme su amigo, sino sólo de haber tenido
la fortuna de asistir a uno de sus talleres y de haber compartido con él, una
taza de café en ese abigarrado estanquillo de la esquina. Ahí lo conocí. Lo
conozco un poco más a través de su, por ahora, única novela y por este
extraordinario libro: “Como dibujar una Novela”.
Es éste un libro generoso, como generoso es Martín Solares
al compartir con sus lectores, las razones ocultas y expuestas, más allá de los
sintagmas y las metonimias, de por qué una obra nos dejó fascinados.
Cita, ejemplifica, expone a innumerables autores, a
multiplicidad de obras, a diversos críticos literarios y a ensayistas. Martín
redondea a ésos y aquellos, dándole sentido, poniendo en el centro de la escena,
el disfrute de una buena lectura. Tal vez ésta no era originalmente la
intención del autor. Más aún; aventuro la hipótesis de un efecto colateral:
leer esta obra haría lectores diferentes. No mejores ni peores. Más enterados
eso sí, aunque ruego que no sea al extremo de convertirlos en pedantes
estirados, de ésos que nos contemplan desde arriba, a los lectores menores.
Sobra decir que atrás de Martín y su obra, se extiende una
amplia cauda de conocimientos, experiencias y talentos, de los cuales me siento
incompetente al tratar de describirlos, sin embargo debo decir que no
cualquiera puede reducir, con esa brillantez, a Mijail Bajtín, a Roland Barthes
y a Umberto Eco a epígrafes y a notas a pie de página. Un crítico[1] lo
ha tildado de “superficial”, ha dicho que sólo “sobrevuela en sueños sin tocar
tierra”. La primera aseveración es falsa, la segunda es un poético, pleonástico
y no intencionado elogio. ¿Quién no sueña? ¿Quién no se despega de la tierra al
leer un buen ensayo? ¿Habrá alguien o algo que – soñando o sin soñar -
sobrevuele tocando la tierra?
Existe una innegable relación entre esta obra y los talleres
que imparte Martín Solares. Sin embargo la obra no sólo es el contenido de los
talleres, ni los talleres son sólo la obra. Podríamos confundirnos al concluir
que esta obra es el taller y que, al leerla obtendríamos un ungüento, “una
suerte de remedio para las enfermedades profesionales del narrador” citando a
ese mismo crítico. Es una receta equivocada. El autor, su obra y sus talleres
estarían siendo descontextualizados.
Los talleres de Martín son caóticos, en la acepción
matemática del término, si todos fueran como el que yo asistí. Dinámicas
aparentemente erráticas e impredecibles aunque en principio su formulación sea
determinista. Una buena parte es asignable a los participantes – escritores
bisoños con hambre de ser leídos o publicados – otra más es añadida por la
ineficiencia proverbial de las instancias gubernamentales encargadas de la
organización y, finalmente, una buena cuota proviene de la generosidad de
Martín, quien a todos quiere escuchar y aconsejar.
He leído otras obras, con temas relacionados. Se puede decir
que el trasfondo de este libro no es del todo original. ¿Qué hay intrínsecamente
original en estos tiempos después de decenas de milenios de lenguaje hablado, más
de 4,000 años de escritura y 500 años de la invención de la imprenta? La obra
de Martín Solares me recuerda las apostillas al final de “El nombre de la
rosa”, en donde Umberto Eco hace una suerte de “making-of” sobre la escritura de esta novela. También me recuerda
el ejercicio hecho por Roland Barthes en sus conferencias de los años
1978-1980, en el Colegio de Francia y cuyas memorias se recogen en la obra: “La
preparación de la novela”.
El título le hace un flaco favor a la obra: “Como dibujar
una novela”. Me llevó a pensar en una especie de manual técnico en donde la
simbología, las formas, las filigranas, encontrarían espacio para describir lo
indescriptible. ¡En dos dimensiones! Una empresa digna de físicos teóricos y
matemáticos puros, tratando de plasmar en una hoja de papel la “Teoría del
Todo”, en donde se vería, nítidamente además, las once dimensiones del
“multiverso”. No, afortunadamente no es eso, es otra cosa.
Diagrama de Feynman |
Una de las genialidades de Richard Phillip Feynman, reputado
físico teórico, ganador del premio Nobel de Física en 1965, ha sido el haber desarrollado
los famosos “diagramas de Feynman” como una forma de comprender las
interacciones entre las partículas subatómicas. Esta “ocurrencia” de Feynman es
equiparable a la de Martín Solares, toda proporción guardada entre los temas y
su complejidad, porque ambas ayudan a desatar la imaginación, a destapar la
comprensión de fenómenos complejos. Los garabatos de Martín Solares son a la
comprensión de una novela, como los diagramas de Feynman a la comprensión del
mundo subatómico.
¿Quien mató a Palomino Molero? |
El libro está escrito con emoción. La misma emoción que contagia
Martín Solares en sus talleres. Concuerdo plenamente con el texto en la segunda
de forros del ejemplar que poseo: “Y su emoción emociona. Dan ganas de ir a
leer libros que no conocemos.” Por lo tanto provoca insatisfacción. En este
punto, no puedo resistir la tentación de citar a Oscar Wilde, como lo ha hecho
ya Christopher Domínguez, cuando dice que “el tabaco es el placer perfecto porque
siendo exquisito nos deja insatisfechos” En este caso me parece que el
cigarrillo de Martín Solares, no será el único que se encienda. Al leerlo,
entrañarlo, el libro dejará plena y placenteramente insatisfechos a muchos
buenos lectores.
El capítulo "Viaje alrededor de un relato" en donde se cuenta el resultado de las sesiones para comparar diversos textos y la versión definitiva de "Pedro Páramo", la novela de Juan Rulfo, merece discusión aparte.
José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco, México