jueves, 8 de octubre de 2015

El distópico futuro: Guy Montag

Farenheit 451 es la única novela de ciencia ficción – a decir de el mismo - escrita por Ray Bradbury. En ella el autor imagina en 1951, un futuro distópico ocurriendo un siglo después.
Una versión corta de esta historia apareció en Galaxy Science Fiction bajo el titulo The Fireman (El Bombero). Como novela es publicado en 1953. En el año 2004 se le otorga retrospectivamente el premio Hugo a la mejor novela de 1954.
Al leer esta novela en el 2015, los artilugios tecnológicos descritos por Bradbury no resultan especialmente asombrosos. Los lectores debemos tomar conciencia y hacer el esfuerzo por ubicarnos en 1951. Para un jugador de billar esto es equivalente a jugar carambola de tres bandas. Habla de “jet cars” que son conducidos a 190 mph, de pequeños audífonos inalámbricos “seashells”, de pantallas a dos, tres y hasta cuatro muros “parlor walls” como avances de la televisión comercial, de sustituciones masivas de sangre y suero para rejuvenecer al instante, de perros robots diseñados para perseguir, capturar y matar “delincuentes”. Imagina los cajeros automáticos, la universalidad y la uniformidad de los automóviles - escarabajos de Volkswagen.
Socialmente habla de la destrucción de las minorías, el aumento del tiempo libre, la subordinación de la ciencia, el arte y el deporte al entretenimiento. La tendencia al goce y al disfrute desplazando al existencialismo con un nihilismo pedestre. “¿Qué es lo que queremos en este país sobre todas las cosas? La gente quiere ser feliz… ¿No es cierto? ¿No lo has oído toda tu vida? “Yo quiero ser feliz”, dice la gente. Bueno, ¿no lo son? ¿No los mantenemos en movimiento, no les damos diversión? Eso es todo por lo que vivimos, ¿no es así? ¿Por el placer, por la excitación? Tienes que admitir que nuestra cultura provee montones de eso. Los libros ofenden a las minorías. ¡Quémalos! Serenidad, paz. ¿Los funerales son tristes y paganos? ¡Quítalos! ¡Incinéralos! Olvídalos, quémalos, quema todo. El fuego es brillante y el fuego es limpio.
Habla de una sociedad en la que sus individuos están adormecidos con información neutra, irrelevante o insulsa. Embrutecidos con entretenimiento vulgar, de bajo nivel. Amodorrados por el uso y abuso de drogas legales. Aquel que disfruta de la naturaleza, de caminar al aire libre, de platicar y reír entre amigos y familiares; desconectado de los artilugios tecnológicos, es considerado una “rara avis”. El que ha osado leer un libro se convierte en transgresor de la ley y aquel que los posee es, a menudo, incinerado junto con los libros encontrados.
¿Quién encuentra e incendia los libros? El departamento de bomberos. En un mundo en el que todo lo que se construye está protegido contra el fuego, los bomberos han dejado de tener la utilidad de antaño. Ahora la sociedad les ha dado la tarea de incendiar. Incendiar libros. ¿Cómo se ha llegado a esto? Beatty, el capitán de Bomberos nos lo explica:
“¿Qué puede ser más fácilmente explicado y natural? Con las escuelas reproduciendo cada vez más desertores, inconstantes, improvisados, oportunistas, ladrones, esquivadores, indolentes; en vez de críticos, enterados y creadores imaginativos, la palabra “intelectual”, por supuesto, llegó a ser la mala palabra que merecía ser.”
“Tú siempre temes a lo que no resulta familiar. Seguramente recuerdas al muchacho en tu salón de clases quien era excepcionalmente brillante, quien siempre participaba y respondía mientras que los otros permanecían sentados como ídolos de plomo, odiándolo. ¿Y no era a este brillante muchacho a quien escogías para golpizas y torturas después de clase? Por supuesto que así fue. Debemos ser iguales todos. No todos nacemos libres e iguales, como dice la Constitución, pero a todos los volvemos iguales. Cada ser humano la imagen de todos los demás; así todos felices, porque no hay montañas que los haga angustiarse, juzgarse a sí mismos. ¡Entonces! Un libro es una pistola cargada en la casa de al lado. Quémala. Quita la bala del arma. Destruye la mente del hombre. ¿Quién sabe quién puede ser el objetivo de un hombre enterado? ¿Yo? No los tragaré ni por un minuto. Así, cuando finalmente las casas fueron completamente construidas a prueba de fuego, en todo el mundo, no hubo necesidad de bomberos para los antiguos propósitos. Les dieron una nueva tarea, como custodios de nuestra tranquilidad; el centro de nuestro entendible y merecido temor a ser inferiores; censores oficiales, jueces y verdugos. Eso eres tú Montag, y eso soy yo.”
“Si no quieres a un hombre políticamente descontento, no le des dos lados de una cuestión para preocuparlo, dale sólo una. O mejor aún, no le des ninguna. Embárralos con información insulsa… Así sentirán que piensan, tendrán la sensación de movimiento, sin moverse. Estarán contentos porque los hechos de esa naturaleza no cambian. No les des nada resbaloso como filosofía o sociología para que puedan explicarse las cosas.”
Estremece leer que el mundo ha llegado a esto, no por las malévolas intenciones del gobierno, de algún dictador, de las transnacionales, del capitalismo o de los Sabios de Sión, sino por la aceptación alegre y entusiasta de la sociedad en su conjunto.
Guy Montag es bombero. De la clase de bomberos del Siglo XXI. Es “infectado” por las conversaciones sostenidas con Clarisse McClellan; una joven rebelde, por un encuentro con Farber; un antiguo profesor y se rebela. Su mujer Mildred lo delata y se desata una cacería mediática. La persecución es seguida por miles de millones de espectadores a través de pequeñas pantallas inalámbricas (¿les suena familiar?) y proyectada en millones de “parlor walls”, una suerte de pantallas tridimensionales. Exhausto y perseguido, hace contacto con los hombres-libro y se convierte en uno de ellos. Montag será “el libro del Eclesiastés” si algo grave le pasara a un tipo llamado Harris. El libro que ha memorizado, es su nueva identidad. Los libros se conservarán en el cerebro de los proscritos, esperando tiempos mejores y a que las incesantes guerras nucleares se detengan.
La lectura tiene muchas facetas e innumerables aristas. La pretendida ciencia ficción, que pudo asombrar en 1951, se desdibuja ante los rasgos prefigurados de una sociedad que se parece en muchos aspectos a la de nuestros tiempos. Por eso vale la pena leerlo detenidamente, sin prisas, con atención. Sin buscar una trama emocionante y efectista. No la hay.
Luego de leer este libro, será inevitable preguntarse: ¿Hacia eso nos dirigimos? ¿Quiénes somos ahora? ¿Los miembros de la sociedad adormecida? ¿O nos ha tocado la rebeldía de Guy Montag?

José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jalisco, México

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